sábado, 7 de noviembre de 2009

noches en vela

Me desperté más pronto de lo habitual, antes incluso de que sonara el despertador, antes de que amaneciera. Me revolví entre las sábanas, como hacía cada mañana, pero esta vez era diferente... Esta vez estaba Él, dormido, a mi lado, en mi cama, en mi casa...
Es curioso sentir como dos cuerpos, casi desconocidos, se acoplan de la misma manera que las piezas de un puzzle, como las piernas se entrelazan y como las respiraciones se armonizan hasta convertirse en una.
Quiero que esta sensación de paz dure para siempre, por eso cierro los ojos más fuerte y le abrazo, deseando que se pare el tiempo, soñando con la felicidad infinita, porque es en momentos como estos cuando me doy cuenta de que a la felicidad se llega mediante estas pequeñas cosas, mediante instantes mágicos que alegran la vida.
No puedo evitar dormirme en tus brazos, mientras siento tu respiración y el latido de tu corazón, y cuando me despierto, la casa huele a café, pan tostado y magdalenas, a rosas frescas, a incienso de fresa...
huelea libertad, a amor...
Sabe a felicidad

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